viernes, 15 de junio de 2018

Reivindicación de la planta

         En medio de un proceso de diseño complejo y urgente, con el que se persigue definir un Bloque Quirúrgico moderno, en un espacio preestablecido y saturado de condicionantes, resultaba más que necesario contrastar las recomendaciones oficiales con las ejecuciones concretas de aquello que se llama instalaciones de excelencia. Y ha sido en esa búsqueda cuando hemos reparado en la desaparición de las plantas, en cualquiera de las plataformas por las que la arquitectura proyectada y ejecutada se comunica.




      Aquello que durante años, quizá también siglos, ha sido la herramienta clave en el proyecto de arquitectura está en claro peligro de extinción. Una desaparición que abre algunos interrogantes. ¿La planta ya no existe o solo es que se oculta? Desaparecida u oculta ¿por qué esta marginación, este desplazamiento de la centralidad arquitectónica? Parece que la planta no resiste el arrebato comunicativo y visual que empuja toda la arquitectura actual. La planta no es atractiva, la planta no es sexy, la planta no tiene glamour alguno. Podemos comprobar en cualquier web o en cualquier publicación de proyectos arquitectónicos que todos empiezan por unos renders de brillantes materialidades y paisajes brumosos, y acaban por unas fotografías de impecables perspectivas e inauditos juegos de luces.

      Sin embargo la planta es el tablero en el que, nosotros al menos, seguimos librando la batalla principal del proyecto, aquella que nos permite decir que eso, resolver en planta un enigma, solo sabemos hacerlo nosotros, y creo que eso es lo que nos cualifica, porque justamente con el proceso se acredita las enormes distancias que pueden establecerse entre un principio tan entusiasmado como repleto de decisiones susceptibles de mejorarse o de perfeccionarse. Son procesos acreditativos de algún tipo de maestría que va incorporando optimizaciones conforme progresa, a las que podemos añadir las cualificaciones y determinaciones propias de los sucesivos y necesarios cambios de escala.

      El espacio que el trabajo en planta constituye también puede ser un espacio cultural, no estrictamente técnico, abierto a ficciones y a políticas, en el que la vida también está presente, aunque sea codificada en líneas y códigos. De súbito viene a mi memoria el gozo de enfrentarme a una planta de Miralles y, al menos, creer que había sabido interpretarla, después del necesario tiempo de estudio (menudos jeroglíficos sin roseta)

      Es probable que la arquitectura, como todo, en este postcapitalismo, tecnocapitalismo o como se le quiera llamar al sistema que nos gobierna, y se reconozca o no, sea, casi solo, un producto. Un producto material o virtual que viaja por el mundo entrando en competencia con miles de millones de productos cuya única posibilidad de supervivencia se fundamente en la  confianza de que una imagen llame la atención de un otro que busca incansable en algún lugar del planeta, o que, a base de una infinita insistencia, aspira a pertenecer al selecto grupo de arquitectos influencers que construyen los imaginarios de referencia de lo contempraneo.

      Pero mira, yo hoy, aquí, en un rincón ya muy caluroso, reivindicaré un dibujo, no, una serie abierta de dibujos indescifrables, en los que ocurren cosas mágicas. E incluso me atreveré a recomendar a mis amigos que lo practiquen.