Era una persona de vida sencilla con un hábito diario que la edad había convertido en obsesión: salir mañana y tarde a lo que llamaba dar una vuelta, incluyendo, en sendos itinerarios, el recorrido completo de Alfonso X hasta desembocar en plaza de Santo Domingo. Sin embargo llegó un momento en el que desgaste de la cadera le dejó recluido en su casa, reduciendo sus desplazamientos al triste y pequeño triángulo que forman: la cama, el váter y un sillón frente a la tele. El médico no quería operar, pensaba que con 90 años se entrañaban demasiados riesgos. Pasado más de un año de negativas me entrevisté con el médico, para informarle de que mi padre, en aquel recluimiento, sufría y moría, y lo convencí de que todo riesgo era poco si existía la posibilidad de recuperar una parte de su vida pasada. La operación y la rehabilitación fueron un éxito. Y hoy con 94 años es fácil de ver, de nuevo, por Alfonso X. Paso corto pero rápido, combinado con una sorprendente agilidad de brazos en el uso de unas muletas, a las que se siente entrañablemente unido.
El Ficus macrophylla es un gran árbol siempreverde baniano
de la familia Moraceae, nativo de la costa este australiana. Su epíteto
específico macrophylla se deriva del griego antiguo makro "largo" y
phyllon "hoja". Es una planta propia del bosque lluvioso y en la
naturaleza crece con frecuencia en la forma de una epifita trepadora
estranguladora (para el que no lo sepa cuando sus semillas aterrizan en la rama
de un árbol huésped envía raíces aéreas que irán estrangulando el tronco hasta
devorarlo por completo quedando en pie él solo). Los individuos pueden alcanzar
hasta 60 metros de altura. Como todas las higueras, tiene un mutualismo obligado con
las avispas de higo; los frutos solo son polinizados por estas avispas, y
éstas solo se pueden reproducir en las flores del higo. Es monoico: cada árbol
produce flores funcionales masculinas y femeninas. Tiene hojas largas,
elípticas, aterciopeladas y verde oscuras. El tronco es macizo, con gruesos y
prominentes contrafuertes en la base. Partiendo del tronco esta higuera dispone
de unas espectaculares raíces tabulares, cuya función parece diversa: anclar el
árbol en los suelos húmedos y poco profundos de la selva, dar soporte al árbol, disminuir el vaivén del
follaje frente a los vientos huracanados tropicales, o recoger nutrientes de los restos caídos del
árbol en los rincones que las mismas raíces crean.
Pero la mayor singularidad de la higuera de Bahía Moreton (este
es su nombre común), esa apariencia de
"derretimiento", se debe a la fórmula de dejar caer raíces aéreas desde las ramas que alcanzarán el suelo engrosadas en troncos suplementarios y que ayudarán
a soportar el gran peso de su propio porte. Así el árbol, esa imagen tan consolidada
que todos tenemos de una copa frondosa, un tronco único y unas raíces enterradas,
conforme la vida de esta higuera transcurre, va dejando de ser un árbol para ser
un multiarbol, un sistema complejo y extenso de copas, troncos y raíces que van
colonizando el lugar donde emergen, mediante numerosas réplicas de la estructura
básica inicial.
Para los indios de la India esta exhibición de energía e
inteligencia, que admiran y protegen, se llega a convertir en una referencia
espiritual. En el Jardín Botánico de Howrah, cerca de Calcuta, hay un baniano
de 250 años, conocido como el “Great Banyan”, cuya circunferencia mide medio
kilómetro y tiene cerca de 3.000 raíces aéreas.
Sin embargo los occidentales, que por su porte y talla, lo han
utilizado con amplitud en parques públicos de climas templados con inviernos suaves,
como las zonas costeras de España, Portugal, Sicilia o California, parece que
se resisten a los puntales naturales, forzando a que persista en su desarrollo
pero sosteniéndose en un único tronco. El árbol, así, permanentemente amputado
de los apoyos que necesita, de entrada sufre a diario unas tensiones
innecesarias y finalmente colapsa como toda estructura que recibe unas cargas
superiores a sus posibilidades mecánicas.
El ficus “monumental “ de Santo Domingo, igual que mi padre,
para que siga viviendo feliz solo necesita muletas, que a falta de ser propias
bien pudieran ser ortopédicas, son las leyes de la naturaleza misma.