Figura 1. Caspar
David Friedrich, Caminante sobre un mar de nubes. Óleo sobre lienzo, 1818.
Caminante sobre un mar de nubes, el famoso
cuadro de Caspar David Friedrich, este año cumple, justamente, dos siglos. Un
cuadro abierto a multitud de interpretaciones, pero cuya centralidad en el
discurso romántico nadie discute. Un cuadro que, fuera de todo simbolismo,
establece una relación intensamente directa entre un caminante y una naturaleza
buscada que se ofrece, extensa y misteriosa, en el horizonte de su perspectiva.
Un caminante, un humano, que podría representar a todos los humanos. Un
paisaje, una naturaleza, que podría representar a todas las naturalezas. El
humano, pues, en esforzado dialogo con la naturaleza, ¿interrogándola?,
¿admirándola?, ¿amándola? Y la naturaleza, insondable y sublime, ofreciéndose
como mejor respuesta de las inquietudes del espíritu. El romanticismo
rebelándose con pasión frente a los dictados de la razón del siglo precedente.
El romanticismo ofreciendo el naturalismo como el lugar para el recreo del
sentimiento y la subjetividad, frente a la esterilidad ilustrada y la fe en el
progreso.
Sin embargo, doscientos años después,
¿qué queda de aquel humano y de aquella naturaleza?
A lo largo de estos doscientos años un
capitalismo, múltiple y continuo; y una modernidad, infatigable al desaliento,
han sido capaces de transformar radicalmente a aquel humano y a aquella
naturaleza. De tal manera que lo humano está atravesado por lo cyborg (Haraway,
1985) o mutando en lo posthumano (Braidoti, 2015). Mientras que la naturaleza
como otredad ha desparecido, presentándose ahora como un ser amenazado, frágil,
finito, enfermo, devastado.
Cuando Rosi Braidoti inicia la
elaboración de la teoría de lo posthumano, que tanto interés ha despertado
como propuesta desde la que poder entender las contradicciones que se acumulan
en el mundo contemporáneo, y que están amenazando la propia vida, como uno de los principios de partida, establece el continuum naturaleza-cultura, que
describe del modo siguiente. “Desde mi punto de vista, el común denominador de
la condición posthumana es la hipótesis, según la cual la estructura de la
materia viva es, en sí, vital, capaz de autorganización y, al mismo tiempo,
no-naturalista. Este continuum naturaleza-cultura es el punto de partida para
mi viaje a la teoría posthumana”.
Lo posthumano, nuestro más que probable
presente y el seguro rumbo de nuestro futuro, se asienta, pues, sobre alguna
forma de postnaturalismo, en el que se diluyen múltiples dualismos. Una
interpretación superadora de cualquier pensamiento binario y dicotómico para
poder abordar la problemática medioambiental con la complejidad que la
caracteriza.
La naturaleza ni es otredad, ni está
fuera, ni es autónoma. La naturaleza hoy está atravesada por la tecnología y
por nosotros mismos, cada vez más ajenos, probablemente en un estado ya
irreversible. Al mismo tiempo que la condición humana, como todo ecofeminismo
insiste en recordar (Herrero, 2015), permanece sostenida por completo por la propia
naturaleza. Es pues una intersección, una encrucijada, en la que ya no pueden
analizarse los sistemas por separado porque su razón está en su inexorable
interdependencia y sus supervivencias en una acertada interacción.
Analizaremos, a continuación, un par de
casos en los que se revelará esa interdependencia que, paradójica y
simultáneamente, sus gestores se esfuerzan en ocultar, postulando una falsa
versión de autonomía de la naturaleza cuando se establecen condiciones de
protección y aislamiento.
Figura 2. De
marcha nórdica circular por El Clot de Galvany
Situémonos, en primer lugar, frente al
Clot de Galvany. El Clot, que significa “hoyo”, es un espacio perteneciente y
gestionado por el Ayuntamiento de Elche que está catalogado como Paraje Natural.
En sus 350 hectáreas de extensión se pueden reconocer una valiosa secuencia de
ecosistemas propios del territorio costero mediterráneo. Desde las praderas de
posidonia en la repisa marina, pasando por los sistemas dunares del litoral,
hasta saladares y humedales propios de una pequeña cuenca endorreica. Todos
ellos habitados por una abundante e intensa diversidad biológica de flora y
fauna, sumida en la amenaza, el enclaustramiento y la escasez.
Figura 3. Vista aerea del Clot y su entorno.
Y alrededor del Clot también podemos
observar una diversidad de formas constructivas con las que se atiende un
desarrollo urbanístico que pretende dar acomodo permanente a unos flujos
inestables de una población en busca del clima del que carece en sus territorios de
nacimiento. Gran Alacant, Monte y Mar, Puerto Marino, Costa Hispana, Altomar,
Arenales del Sol y Los Limoneros configuran una corona continua de
urbanizaciones que, alineadas alrededor de El Clot, materializan con claridad
eso que se denomina presión urbanística. Y por ellas se mueven otros seres que
intentan desarrollar unas vidas en un medioambiente muy urbanizado pero precariamente dotado de los elementos
característicos de lo urbano.
Son dos ecosistemas contiguos,
claramente deslindados que se perciben como radicalmente enfrentados y que sin
embargo resultan completamente interdependientes. Los humedales, que son la
base de los valores biológicos que se reconocen, requieren que aflore un agua
que debiera de ir permeándose por el conjunto de la cuenca perimetral, pero que
ya no lo hace porque la impermeabilización del suelo, realizada por las
urbanizaciones, lo impide. Sin embargo la vida en las urbanizaciones provoca la
aparición de una gran cantidad de aguas residuales con las que no se sabe bien
qué hacer y cuyo destino final será, a través de las infraestructuras
necesarias, las charcas que ahora vemos.
Así, patos amenazados como la malvasía
cabeciblanca y la cerceta pardilla, cigüeñuelas, chorlitejos, andarríos,
zampullines, gallinetas, fochas, etc. no son conscientes de la procedencia de las
aguas en las que viven. Al igual que suecos, rusos, ingleses, noruegos tampoco
serán conscientes del destino de las aguas que evacuan cuando tiran de la
cadena de sus wáteres o cuando se duchan después de los baños marinos.
No es pues lo que tenemos delante una
pequeña naturaleza libre e independiente, sorprendentemente autónoma, sino su
ficción, un lugar vigilado, permanentemente atendido y tecnificado. Un lugar
dependiente por completo de la actividad fisiológica de quienes habitan en su
perímetro. Sin embargo, las tuberías que conectan los miles de desagües
circundantes con la depuradora que alimenta las lagunas constituyen una
infraestructura completamente oculta e invisibilizada.
Figura 5. Vista aérea del Mar Menor
Demos ahora un pequeño salto hacia el
sur y situémonos ahora en otra laguna, en este caso salada, el Mar Menor, sobre
el que tanto se lleva escribiendo desde tantos años. El Mar Menor constituye la
albufera o laguna litoral española de mayor dimensión, y dispone, o disponía, de
los valores medioambientales suficientes acumulando múltiples figuras de
protección. Con forma semicircular, la parte curva equivale a una bahía,
mientras que la parte más recta es una larga formación dunar de constitución relativamente
reciente. En la circular se ha ido desarrollando desde el propio siglo XIX un
tipo de asentamientos de tipo núcleo rural que atendía las emergencias
refrescantes de la población interior, mientras que en la recta, La Manga del
Mar Menor, a partir de los sesenta, se activó un funesto desarrollo turístico
que arrasó con todo, hasta la completa urbanización de lo que se seguía
vendiendo como paraíso natural. Y detrás de este perímetro urbanístico casi
continuo, salvo terrenos militares incrustados, aparecen unos campos dedicados
a la agricultura intensiva en búsqueda permanente de agua para el riego que se
complementará con una abundante química que garantice las producciones.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjeUr0WNmqKxn_SQpbQfduKSooT8xBTFXnpnQ3kSUZ6kEyKs0kbdXx42oOeKbcPpNRzto7UtjyXENSyN_OSMs9xPHhPTrcdudpVOMa8qa7hA1abrC-gk-RC_XzWuzYbdnf3OTaeY9bKxlqc/s400/Figura+3.jpg)
Figura 6. Diagramas
de los fondos del Mar Menor
Pero nos centraremos en un
acontecimiento concreto que se inició el 25 de noviembre de 2016, cuando Juan
Manuel Ruiz, científico titular del Instituto Español de Oceanografía y buen
amigo, junto con Pedro García, presidente de la Asociación de Naturalistas del
Sureste, divulgaban, en rueda de prensa, un gráfico demoledor en el que se
contrastaba la vegetación marina del 2014 con la de 2016, ofreciendo una visión
indubitativa de una lamentable transformación medioambiental. La laguna se
había, súbitamente, eutrofizado,
sustituyendo ricas praderas vegetales por un fondo fangoso continuo.
Al día siguiente esta “repentina”
transformación se publicaría en toda la prensa regional (Ruiz, 2016) y al
siguiente en toda la nacional (Nieto, 2016). Esta “hecatombe nacional” en
palabras de Pedro García abría una crisis profunda aun no resuelta. Aquí solo
nos centraremos en dos aspectos llamativos de esta crisis.
Por una parte el esfuerzo sistemático de
los políticos, sobre todo, a lo largo de estos años permanentemente presentes
como salvadores de la causa, por otorgar al fenómeno de la eutrofización un
carácter misterioso y complejo que requeriría un estudio científico profundo
que garantizara unas causas precisas, cuando eran ya décadas las que en
numerosas publicaciones científicas se venía advirtiendo del riesgo de este
proceso, si no se interrumpían los vertidos sistemáticos que se estaban
produciendo en la laguna. Se trataba, claramente, de arrojar sombra sobre una relación
directa entre la acción humana y sus consecuencias medioambientales. Se trataba
de crear la confusión suficiente para que la clara dependencia de la laguna de
sus devastadores usuarios perimetrales no terminara de emerger con claridad, no
fuera a ser que los agricultores, los inmobiliarios o sus necesarios
colaboradores políticos, los que tanto hacen por la economía regional, incluido
su caos actual, se rebelaran ante alguna forma de exigencia de
responsabilidades.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicqqC4suKuhyeXShVrxDveF28sHYml1uANuoXnzu5xDdMZusUpcc0FLT9Aj5ARDBkDHmFR1WEod5VsVIumqwbq5LX5Q3s6vHCzLKFu8wAx39VL1aKfDP7EFrcrnvh20VZVGwBQWZPoY4pQ/s400/mancomunidad.jpg)
Figura 7. Una de las alternativas propuesta por la mancomunidad de regantes para la evacuación de aguas salobres
Por otra parte también procede destacar
el esfuerzo por ocultar toda la tecnología que se activa para intentar la
recuperación de la laguna, el retorno a un estado primigenio de naturaleza
complaciente, el rescate del escenario inicial que resultaba tan
especulativamente atractivo. Así, se ponen en marcha algunas iniciativas de
control y de tratamiento, de reconducción y depuración, pero siempre tratando
de que esta nueva naturaleza bajo control tecnológico no se perciba fácilmente,
creando la ficción de que permanece una naturaleza con capacidad
autoregenerativa.
Tanto en un caso como en otro se insiste
en la idea de que la naturaleza tan solo requiere medidas de aislamiento para
que sobreviva, de que con la exclusiva adopción de sistemas de seguridad es
suficiente, ocultando que la naturaleza, en su estrechez y precariedad, ha
perdido esa capacidad, que los ecosistemas ya no son capaces de mantenerse
vivos por sí mismos, que requieren, irremediablemente, de una asistencia
tecnológica continua. Por el contrario, lo que desde esta ponencia se reclama
es la conveniencia de visibilidad de las tecnologías en los ecosistemas, el
desvelamiento de la totalidad de mecanismos que los sostienen, su
descajanegrización en términos latourianos. En La esperanza de Pandora (Latour,
2009) y en otros múltiples textos posteriores el autor sugerirá una
reconstrucción del orden social desde la arqueología de los discursos. En su
Glosario empezará por describir cajanegrizar o encerrar en una caja negra como
el fenómeno referido “al modo en que el
trabajo científico y técnico aparece invisible como consecuencia de su propio
éxito. Cuando una máquina funciona eficazmente, cuando se deja sentado un hecho
cualquiera, basta con fijarse únicamente en los datos de entrada y los de
salida, es decir, no hace falta fijarse en la complejidad interna del aparato o
del hecho. Por tanto, y paradójicamente, cuanto más se agrandan y difunden los
sectores de la ciencia y de la tecnología que alcanzan el éxito, tanto más
opacos y oscuros se vuelven”.
Lo que Latour en todo momento defenderá es la apertura de esas cajas negras que
los científicos dan por supuestas y no se problematizan. Descajanegrizar la
ciencia exigía el análisis minucioso de cómo los científicos movilizan los
recursos retóricos disponibles y los recursos micro y macrosociales. Latour
representa este proceso como una red dentro de la cual la frontera entre
ciencia y tecnología se borra, pasando a hablar de una tecnociencia basada en
una red de alianzas que se debe visibilizar. Y, si para Latour, del mismo modo
que los estudios de la ciencia deben descajanegrizar las teorías científicas,
las prácticas políticas deben descajanegrizar los asuntos públicos, nosotros
añadiremos que el arte y la arquitectura también pueden encontrar una eficaz
acción social en la descajanegrización de esa tecnocienca empeñada en ocultar
los vínculos, cada vez más intrincados, entre naturalezas y sociedades.
Figura 8. Aula-escalera de la desalación, Balerma, Almería. Obra de ad-hoc
Un ejemplo propio de descajenigrización es nuestro centro de interpretación de la desaladora del Campo de Dalías (una de las imágenes iniciales sobre las que se lanza el concepto de antropoceno). Para un mejor conocimiento del proyecto se puede pinchar
aquí.
Figura 9. Fotografia de Carol Gilligan tomada de wikipedia
Pero,
cómo atender o intervenir en esos vínculos entre naturalezas y sociedades a los que nos referíamos. Carol Gilligan empezará su proceso
intelectual colaborando con Lawrence Kolhberg
en la elaboración de su teoría del desarrollo moral, evolucionando hacia su
cuestionamiento hasta la elaboración de una teoría propia, la ética del
cuidado, en oposición a la ética de la justicia de su maestro (Gilligan, 1982).
Figura 10. Portada del libro In a different voice
Con ella, además de conformar uno de los ejes centrales de la crítica feminista
contemporánea a la teoría moral universalista, dará un giro significativo al
marco conceptual del patriarcado, diseñando un nuevo paradigma que ensanche el
horizonte de la ética y la política. A través del estudio y el análisis directo
del sentir y el razonar femenino, obviado por su maestro, Gilligan descubrió el
valor del cuidado, un valor que debiera ser tan importante como la justicia,
pero que no lo era porque se desarrollaba sólo en la vida privada y doméstica
protagonizada por las mujeres. A partir de esos análisis Gilligan insistirá en la
necesidad de universalizar las obligaciones del cuidado, desde una perspectiva
no esencialista. El cuidado y la asistencia no son asuntos de mujeres, sino
intereses humanos. El cuidado será una forma moral específica y subjetiva de
atención al otro, una forma particular que expresará la existencia de unos
vínculos concretos entre los seres humanos, que para Gilligan, adquieren el
sistema, de nuevo, de red. La ética del cuidado entenderá el mundo como una red
de relaciones y lo importante no será el formalismo, sino el fondo de las
cuestiones que demandan una decisión.
Será este un buen momento para sugerir
un nuevo trasvase. Si antes proponíamos la herramienta de la descajanegrización
para desvelar o intervenir en el ámbito de la tecnociencia que se oculta en el continuum naturaleza cultura, ahora
ofreceremos un marco ético que la concrete con la ética del cuidado,
extendiendo su ámbito de referencia hasta el conjunto de los seres vivos. La
ética del cuidado contiene un principio activo que surge de un sentimiento de
responsabilidad, que se desarrolla, a su vez, desde las relaciones concretas de
unos individuos con otros, impulsando prácticas de afecto y cuidado, más allá
de toda consideración racional, pero que, eso es lo que defendemos aquí, también
puede extenderse a las nuevas responsabilidades que están constantemente
surgiendo entre seres humanos y no humanos. Volviendo al principio, la ética
del cuidado bien pudiera ser, como referente moral de lo posthumano, el marco
teórico de nuevas prácticas arquitectónicas y atísticas.
Un viaje reciente por Extremadura nos
llevó, casualmente, hasta un extraño lugar: la cantera de Alcántara, en el que,
de algún modo, parte de todo lo que aquí se está defendiendo era palpable desde
lo espontaneo.
Figura 11. “La Cantera” de Alcántara
Tan solo 600 metros más arriba del famoso puente romano de Alcántara
se terminó de construir, en el año 1969, una imponente presa hidroeléctrica que
regula gran parte del caudal de Río Tajo. La construcción de la presa requirió
la apertura de una cantera en las proximidades de la que extraer el material
necesario para la fabricación del hormigón de la propia presa. En esta cantera
a cielo abierto en algún momento de su apertura empezó a brotar agua dulce por
perdida de algún acuífero afectado, generándose un pequeño lago de agua dulce
que tiene dos efectos simultáneos. Por un lado se ha convertido un lugar de
gran encanto, interpretado como piscina natural por los humanos y como recurso
turístico singular por aquellos humanos obsesionados con la explotación de todo
recurso natural.
Figura 12. Buitres asentados en la “La Cantera” de Alcántara
Pero por otro, las numerosas cornisas de piedra natural que
con la construcción escalonada, propia de una cantera, se han generado han sido
interpretadas por un gran número de especies faunísticas de la zona como
privilegiado balcón desde el que desarrollar sus propias vidas, por su
idoneidad para anidar. De forma tal que buitres, alimoches e, incluso, cigüeñas
negras, y, extremeños y turistas despistados, al menos de momento, son capaces
de convivir cuidadosamente.
Nos lejos de la "cantera" y con la idea de que la convivencia entre naturalezas y humanos aún es posible, si ofrecemos los dispositivos que la faciliten, nos encontraremos con dos nuevos ejemplos de nuevo fortuitos, protagonizados por las cigüeñas que visitan estos territorios para invernar.
Figura 13. "¿Por qué el proceso entre Pilatos y Jesús duró solo dos minutos? (1996). Escultura de Wolf Vostell conformada por el fuselaje de un avión ruso Mig-21, dos automóviles, monitores de ordenador y tres pianos.
La escultura "okupada"de Wolf Vostel que preside el patio de su Fundación en Malpartida de Cáceres, y una estructura abandonada en las afueras Coria que, interpretables como land art, tambien son susceptibles de aprovecharse como residencia invernal.
Figura 13. Pilares de hormigón prefabricado
Referencias
bibliográficas:
- Braidotti,
Rosi (2015): “Lo posthumano”. Gedisa,
Barcelona.
- Gilligan, Carol
(1982): “In a different voice: Psycological
Theory and Women`s Development”. Harvard University Press, Cambridge.
- Haraway,
Donna J. (1985): “Manifiesto para
cyborgs. Ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo xx”.
Puente Aéreo, Madrid.
- Herrero,
Yayo (2015): “Apuntes introductorios sobre feminismo”. Boletín de recursos de información, nº43. Centro de Documentación
HEGOA. http://tratarde.org/wp-content/uploads/2015/07/apuntes-sobre-ecofeminismo_Yayo_Herrero-2015.pdf. Consultado:
19/10/2018
- Latour,
Bruno (2009): “La esperanza de Pandora:
Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia”. Gedisa, Barcelona
- Nieto,
Marya G. (2016): “El Mar Menor es un desierto de fango”, El País. https://elpais.com/elpais/2016/11/29/ciencia/1480415993_088103.html Consultado:
19/10/2018
- Ruiz,
Miguel Angel (2016): “Un desierto llamado Mar Menor”, La Verdad. http://lospiesenlatierra.laverdad.es/noticias/4012-un-desierto-llamado-mar-menor.html. Consultado: 19/10/2018