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Se define usted en la biografía
de su blog como crítico por instinto de
disconformidad, por la negativa a aceptar nada pasivamente. Comparto
plenamente este espíritu, efectivamente creo que una de las condiciones
necesarias para la práctica de la arquitectura y, desde luego, para su análisis,
es la presencia de un pensamiento crítico. Sin embargo ha llegado un momento en
el que sus críticas constantes hacia un determinado posicionamiento
arquitectónico me han exasperado. Otra forma de decir que con este último ataque
a “mis” arquitectas disfrutistas ha conseguido sacarme de quicio.
Aprovecho para meter cuña
filosófica: como sabrá la expresión “El tiempo está fuera de quicio” que
soltara Hamlet ante la presencia del fantasma de su padre, tuvo mucha
repercusión en el mundo del pensamiento vinculado al paradigma trágico –heroico.
S. Freud, J. Lacan, J. Derrida, o Deleuze, entre otros muchos, arrancan parte
de sus contribuciones desde esta reflexión de sorpresa ante el comportamiento
del tiempo como forma de expresar las dificultades de entender el propio
presente. Jose Luis Pardo, por ejemplo, en su libro “El cuerpo sin órganos”
dedicado al análisis de la obra de Deleuze escribe:
El
tiempo está fuera de quicio, decía Hamlet, y Deleuze define así lo que ocurre
con la modernidad. Delueze, por tanto, entiende que no hay manera de acercarse
a ese tiempo nuevo si no se elabora un nuevo concepto del tiempo. El tiempo
antiguo es cualitativo, sucesivo, estacional, inseparable de los sucesos que lo
llenan. Pero el tiempo fuera de quicio es el que ha roto con ese orden, no
solamente en lo cosmológico sino también en lo político. Hoy puedes comer kiwis
todo el año, ya no hace falta esperar al momento de la recolección: el tiempo moderno
se despliega al margen de las cosas que pasan en él, al margen de los sucesos,
puede llenarse de cualquier manera y la única forma de pensarlo radicalmente
es, según Deleuze, la apuesta nietzscheana del eterno retorno.
Pues bien, como le decía, yo
estoy temporalmente fuera de quicio, la arquitectura es probable que atraviese
una etapa desquiciada, pero de lo que no tengo la menor duda es de que sus
juicios maniaco-persecutorios están completamente fuera de quicio.
No aludiré a mi querido
Andrés Jaque, es suficientemente mayor e inteligente como para defenderse solo
o desentenderse de estas cuitas. Pero insistiré en defender a Paula y Rosana,
las quiero demasiado, o son aún demasiado frágiles, como para no saltar ante
esta ofensiva.
Podría hablar mucho de ellas
pero solo me referiré a mi experiencia del año pasado como coordinador suyo de
lo que en Alicante llamamos proyectos0. Durante horas he sido testigo de su
docencia y puedo asegurar que la ejercieron con dos cualidades que desde luego yo
envidio, y creo que usted también lo haría si no fuera tan prejuicioso. Son extremadamente
competentes, tanto por sus conocimientos y recursos como por su dedicación y
entrega, y son increíblemente afectivas, lo que se traduce en la creación de un
espacio creativo y formativo inigualable. Habría sido estupendo que lo
conociera.
Pero el tiempo, volvamos al
tiempo, qué tiempo este, ¿no? Qué tiempo extraño, en el que se simultanean los
amantes del tiempo antiguo con los que experimentan con el tiempo nuevo. Que el tiempo pasa, nos vamos haciendo viejos,
el amor no lo reflejo, como ayer, en cada conversación, cada beso, cada abrazo,
se impone siempre un pedazo de razón, para Pablo Milanés no es un buen síntoma
y usted debiera ir mirándoselo.
Está cambiando el tiempo,
incluso hace tiempo que debiera haber cambiado y radicalmente. Puede seguir resistiéndose
cuanto quiera pero solo va coger un disgusto detrás de otro al tiempo que no va
a parar de darlos. La crítica es la crítica del tiempo de la resistencia a él y
el humor necesario es la mirada serena a los nostálgicos.