domingo, 21 de mayo de 2017

CUERPOS DE YESO





Situación 1.

En una noche del lejano año 79 el Vesubio inició una repentina actividad y grandes cantidades de lava y ceniza se deslizaron por sus laderas inundando todo cuanto encontraban en su descenso. Y así será cómo la ciudad de Pompeya se quedaría suspendida en el tiempo para siempre.

En 1858 el arqueólogo Guiseppe Fiorelli, contemplando la lava que aun cubría Pompeya, tiene la feliz idea de introducir yeso líquido a través de las cavidades abiertas en la superficie, intuyendo que en el interior de la lava deben quedar los huecos de los cuerpos, completamente descompuestos por el paso de los siglos, de los habitantes sorprendidos por la erupción del volcán.

En el verano del 2015 el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles organiza una magna exposición que, a través de numerosas piezas, pretende poner de manifiesto la constante y poderosa influencia cultural de la mítica ciudad; complementándose con una instalación, denominada “Raptados en la muerte” y diseñada por el arquitecto Francesco Venezia, en la que se exponen hasta 30 relieves de las primitivas victimas sobre un fondo negro. Unos falsos cuerpos que sin embargo expresan, en su inalcanzable plasticidad, un icónico sentido de la tragedia.




Situación 2.

Todo el año  1911, cuando Le Corbusier contaba con 24, lo dedica por completo a viajar. Recorre Viena, Rumanía, Turquía y Grecia, para terminar en Italia. Un grand tour, fiel al estilo instituido por Richard Lassels en 1670 en su obra “El viaje a Italia”, y cuyo recorrido por Italia, siguiendo las recomendaciones de Goethe, que también publicó su propio Viaje a Italia, concluyó en Pompeya. Y allí que llegó el joven LeCorbu, con su cuaderno de viaje y con su afán de arquitectura, para hacer un dibujo esquemático del foro al que incorpora el siguiente texto: (las columnas a contra luz son “añadidas” / para explicar el espacio.

Ahí tenemos al arquitecto que gobernará la arquitectura del siglo XX manifestando su inquetud por el espacio, por su configuración, por su apropiación, por su conceptualización. Podríamos estar en un momento instituyente de una  nueva era espacial, ajena al genius loci, la del espacio moderno.  

Pero lo que quizá no sepa Le Corbusier es que las montañas del fondo de su dibujo, esas de las que parece desentenderse, son las de la Costa Amalfitana, que por su interés natural y cultural serán declaradas por la Unesco, en 1997, Patrimonio de la Humanidad.






Situación 3.

En una luminosa mañana de mayo de 2017 Juan Antonio Sánchez  Morales (es decir yo), con 57 años y aún de Erasmus, visita Pompeya. Como no pudiera ser de otra manera, también queda perturbado por la intensidad de la experiencia y sorprendido con agrado de que una gran parte de la ciudad se hay dejado sine excavar, ofreciendo una clara imagen de la capacidad reconstructora de la propia naturaleza que contrasta con el grosero hormiguero humano que escudriña lo revelado.

Ese mismo día, pero por la tarde, se dirige a Cetara, una de las localidades con más encanto de la Costa Amalfitana, se recosta en la playa y empieza sentir un elevado ritmo cardiaco, vértigo, confusión, palpitaciones, … Busca explicaciones y duda. Bien pudiera ser los efectos propios del sindrome de Stendhal. Pero también pudiera ser efecto de una súbita violencia antropocena acelerada con softwares de edición digital.



Fuese lo que fuese el caso es que allí quedó también inmovilizado para siempre.