martes, 8 de enero de 2013

SOLO CON ECOLOGIA





Cae en mis manos un pequeño libro de Pre-textos escrito por Wilhelm Schmid con el título de El arte de vivir ecológico que amplia una colección de ensayos en la que, solo en la contraportada, ya aparecen autores como Michel Serres, Wittgenstein, Remo Bodei o Giorgio Agamben. Así el vivir ecológico se eleva a la consideración de pensamiento filosófico contemporáneo. Pero cómo se propone en este texto alcanzar ese noble estado. Pues de una forma relativamente sencilla: a base de una serie de indicaciones prácticas, de recetas, dirigidas directamente al “individuo” para aplicar en los ecosistemas de su cuerpo, su vivienda, su ciudad o su región y que interaccionan con el ecosistema general, de manera que el mismo individuo puede llegar a ocuparse de toda la sociedad de la que es ciudadano. Es una llamada, una oferta, directa a los ciudadanos del mundo para que lo transformen en otro ecológicamente sensible, mediante su concienciación primero y el desarrollo directo de un conjunto de prácticas después. El arquitecto y la arquitectura desaparecen en el concepto y la gestión de la necesaria transformación del mundo. El mundo es insostenible, pero para que deje de serlo lo que se requiere es aplicar un conocimiento que ya existe, determinado por la ecología, desde una organizada conciencia ciudadana. Este texto podría ser una anécdota pero más bien creemos que se trata de un ejemplo claro de una nueva mentalidad colectiva.

El ciudadano y la propia sociedad organizan, básicamente, el mundo en dos grandes tipos de espacios: urbanos y no urbanos. En los espacios urbanos el objetivo será corregir todos sus déficits medioambientales, desde la sensibilidad particular de los individuos o desde el afán propagandístico de los agentes públicos. En lo no urbano el objetivo será la sacralización-santuarización de los espacios naturales y la ecologización de los productivos. Así, probablemente por suerte de una acreditada incompetencia en el transcurso de los años pasados, por una falta de impulso de todas las posiciones de compromiso ecológico de la propia arquitectura, o por otros diversos factores, la cuestión es que puede que la arquitectura se haya quedado, sin ni siquiera saberlo, fuera de juego, no convocada, a las próximas partidas, aquellas en las que ha de elaborarse la agenda del trabajo que toca. La ecología será el mantra con el que abordar el presente y la arquitectura una de las perversiones a superar. Desde luego nada tenemos en contra de la ecología, simplificando podemos considerar que compartimos todos sus principios y determinaciones, pero la cuestión sobre la que queremos llamar la atención es precisar el grado de desafección que la propia sociedad establece para la arquitectura en esta necesaria reconfiguración estratégica.

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