lunes, 7 de enero de 2013

SUCCIONES

Con los Reyes Magos retornando a su domicilios aparecen los bomberos en la esquina de mi casa. Alguna tubería ha reventado, ha inundado los sótanos del edificio de enfrente en el que el anticuario del bajo guardaba reliquias sin valor, ha derrumbado la triste pared que las separaba de las ruinas de muralla islámica, apreciables en una de las pocas profundidades históricas de esta lamentable ciudad con tanto resto desafortunado, y las sillas de extraña memoria han empezado a flotar pon una calle inundada. Ni surrealismo, ni realismo mágico, discontinuidades en la puerta de mi casa. Pero qué hacen los bomberos: por un lado chupan agua intentado controlar la inundación, por otro agujeros sin control buscando el origen de la pérdida. Por supuesto los ruidos, las luces, los colores chillones en el atardecer convocan a más que un barrio con compartida actitud interrogante. Y entonces yo (ese yo arquitecto imperdonable) me pregunto: por qué no aparece un arquitecto de guardia que intente poner orden en este gruyere que se está convirtiendo una calle hasta hace un rato tranquila. Es qué no existe un arquitecto para festivos que controle esa obsesión por la oculta infraestructuración de la ciudad, que hay que dejar solos a unos bomberos con sus motopicos afilados buscar una tubería en un pajar. Definitivamente estamos fuera del presente.

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